Es difícil entender la complejidad relacionada con el aprovechamiento forestal del sur de México, sobre todo cuando lo sacamos del contexto socio-ambiental.
Antes de profundizar en el tema, es importante destacar algunos puntos. En primer lugar, toda la madera que usamos en ITZ proviene de la península de Yucatán, donde estamos ubicados, y tiene los permisos necesarios emitidos por la SEMARNAT, por lo cual cumple con los controles que establece la PROFEPA y se encuentra bajo los programas de la CONAFOR.
En segundo lugar, vale la pena mencionar que los ejidos madereros de Quintana Roo tienen planes de manejo forestal, manifestaciones de impacto ambiental e inventarios forestales. Estos son elementos clave para asegurar un aprovechamiento forestal que sea verdaderamente sostenible.
En tercer lugar, las selvas de la península no son áreas aisladas ni deshabitadas; en ellas habitan comunidades rurales que dependen de una actividad económica para vivir. Los estudios han demostrado que el aprovechamiento forestal como fuente de ingresos para estas comunidades ayuda a proteger la selva, no solo evitando que se dediquen a actividades con mayor impacto ambiental, como la ganadería o la agricultura, sino que, además, generando un interés común por cuidarla. Un ejemplo de esto es cómo las comunidades actúan de inmediato para apagar incendios forestales durante la temporada de sequía.
Antes de continuar, es fundamental comprender la diferencia entre deforestación, tala de árboles y aprovechamiento forestal. Las dos primeras son actividades no planificadas ni controladas, mientras que el aprovechamiento forestal se refiere a un conjunto de operaciones bien planificadas, que incluyen la extracción y el transporte de la madera de manera sostenible en un área forestal.
Entonces, ¿cómo se realiza un aprovechamiento forestal de manera sostenible? Por un lado, como bien ya mencionamos, haciéndolo de manera controlada: la tala se hace de manera selectiva siguiendo programas de aprovechamiento en cuadrículas, lo que le da a cada zona más de 100 años para regenerarse. Además, se realizan estudios anuales para asegurarse de que el ecosistema no se vea afectado. Por otro lado, involucrando a las comunidades locales en actividades relacionadas, tales como la tala selectiva, la transportación de madera, el aserrado, estufado o secado, la carpintería y el trabajo en programas de reforestación, así como también la elaboración de artesanías a partir de madera o semillas, el aprovechamiento de algunas de las semillas comestibles, o la apicultura, que es una de las actividades humanas más importantes para la conservación de los ecosistemas.
El aprovechamiento forestal, cuando se hace de manera controlada –¡no confundir con la tala ilegal!–, solo contribuye a la deforestación tropical en un 5%, mientras que actividades como la ganadería y la agricultura son responsables de alrededor del 80% del daño. Mientras que la agricultura y la ganadería provocan una deforestación irreversible a corto y mediano plazo, a su vez contaminando el suelo con agroquímicos y desechos animales, el aprovechamiento forestal, a largo plazo, es lo que permite que la selva siga existiendo.
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